El Jardín de la Locura
Es, digamos, la secuela de "Los profesionales de la Magia". En el primero escribo más sobre conceptos de diseño y éste es más bien sobre Métodos.
El jardín de la locura (o el Diseño de la Metodología)
INTRODUCCIÓN
“Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo los astros.”
Jorge Luis Borges, El Jardín de Senderos que se bifurcan.1941
Podría ser que todo pareciera normal... para ser un centro psiquiátrico. Una gran reja, una gran casa – donde no se encontraba nadie – y grandes, muy grandes jardines ocultos por árboles de todo tipo, paredes de arbustos y estatuas que alguna vez fueron blancas y deslumbraban cuando el sol les pegaba de frente.
Un custodio de mirada afable, y cabello entrecano cuida la entrada al jardín, un jardín bastante fuera de lo común pues es ahí donde todos los pacientes pasan sus días enteros, perdidos entre los innumerables pasillos, entrando y saliendo por las incontables puertas, logrando por fin resolver el enigma del laberinto para volver a sumergirse en él buscando nuevos desenlaces. A los psiquiatras, a todos aquellos teóricos de la locura (un poco locos también) no les ha quedado más remedio que subir a las copas de los árboles más altos para poder observar a sus pacientes; sus reacciones, sus decisiones y sus equivocaciones.
Dicen que aquel custodio, ese señor amable con la mirada escondida tras de sus gafas, fue una vez paciente y también fue doctor; que conoció todo el laberinto transitándolo y observándolo y hoy se encuentra en la puerta, sólo examinando a todos aquellos incautos que, pretenden entrar en el laberinto y conocerlo – ahh, pero eso si, aseguran que no están locos, que sólo quieren... echar un vistazo – él, con su sonrisa disimulada permite la entrada pero sabe que sólo los locos son dueños de esta tierra. Dicen que él sabe de ella cuanto hay que saber... pero esos son sólo chismes, nada nos consta...
El largo camino que lleva de la casa a la entrada de los jardines se halla flanqueado por enormes estatuas de investigadores ilustres, predecesores de los hombres que hoy se hallan en las copas de los árboles analizando a los sujetos que entran en el laberinto. La puerta del jardín es una puerta enorme con una esfinge en su cima, al cruzarla aparecen tres puertas idénticas, cada una tiene en el picaporte la cara de un hombre que en su boca sostiene un aro, por una extraña obsesión de orden no empezaremos por la puerta que queda en frente, sino por la primera de izquierda a derecha, el hombre en su picaporte tiene un enorme y gracioso bigote que en parte cubre el aro que lleva en al boca, sobre la puerta hay una inscripción: “Sirviente del espíritu dionisiaco, defensor del instinto ante la razón”. [1]
EL PRIMER LABERINTO - El cerebro primitivo o el instinto
Al entrar hallamos una caverna, en ella están pintados bisontes, gacelas y humanos con lanzas, es una de esas pinturas rupestres –a la manera de Lascaux o Altamira– aquí era donde el hombre empezaba a ser hombre, donde empezaba a idear las cosas siguiendo un instinto básico de superación y expresión.
Al ir avanzando se encuentran grandes cantidades de objetos primitivos en nichos labrados en las paredes, innumerables filas de objetos que diferían uno de otro sólo en pequeños detalles. Conforme seguimos, la caverna se va abriendo y podemos ver a todos los científicos haciendo anotaciones desde los árboles. Pero eso no distrae la atención que el que está dentro de la caverna presta a los objetos. Según Christopher Alexander “...todo proceso de diseño comienza con un esfuerzo por conseguir un ajuste entre dos entidades: la forma en cuestión y su contexto. La forma es la solución del problema, el contexto lo define”[2]. A juzgar por los objetos en la caverna, el contexto cambió muy lentamente y cada objeto parece ser una copia imperfecta del anterior, al avanzar nos damos cuenta de que los objetos van evolucionando; llega un momento en que encontramos objetos de una sofisticación que, sin haber visto todo su proceso, nos parecería increíble. Tal es el caso de la rueda del carro de granja que pasó de ser un rústico intento de circunferencia a tener concavidades e inclinaciones que mejoraban su función.[3] Christopher Jones nos habla de cómo la clave de este proceso es que la complejidad se ha logrado mediante largos periodos de tiempo, algo parecido a la evolución natural de las especies.[4]
Caminando por este sinuoso pasillo de piedra vemos innumerables entradas a otros pasillos repletos de objetos en evolución, en algunos sitios encontramos fragmentos de esquemas sobre como construir algo, una barca, un arco, también se pueden ver canciones y mitos que fundamentan la necesidad de la tradición. Esta información era transmitida de padres a hijos y llevaba consigo la carga de la estabilidad objetual en la que podían pasar siglos sin que un objeto cambiara radicalmente pues la forma en que se hacía no admitía cuestionamientos. Esto es lo que Christopher Alexander ha llamado el “proceso inconsciente de si mismo”: “Las culturas inconscientes de si mismas contienen (...) cierta fuerza, esto es, pautas del mito, tradición y tabú que resisten el cambio premeditado. Los constructores de formas sólo introducirán modificaciones cuando estén sometidos a muy fuertes presiones.”[5] Todos los métodos eran transmitidos mediante leyes y reglas encubiertas de mitos y leyendas y justificadas por los mismos medios. “...bajo la aparente sencillez de un trabajo artesanal primitivo, hay un sutil y veraz sistema de información – transmisión”[6]
Las culturas inconscientes de si mismas eran primordialmente instintivas. El instinto es algo común en todos los animales, es una disposición psicofísica de todos los individuos de una misma especie y causa de nuestras conductas peculiares. En el hombre la fuerza instintiva decrece a medida que aumenta la vida consciente o la conciencia de si mismos.
La mayoría de los estudios acerca del funcionamiento del cerebro, atribuyen las reacciones instintivas al hipotálamo en el que también residen los sentimientos y los estados de sueño y vigilia. Este proceso ocasionado por nuestro cerebro primitivo es natural en todos los hombres, tanto, que las teorías estructuralistas como la de Levi Strauss[7] postulan que el cerebro humano, bajo estímulos similares tiende a llegar a las mismas conclusiones. Eso explicaría muchas coincidencias culturales, como el inicio de las mitologías con una diosa, símbolo de la fertilidad y su posterior intercambio por varios dioses masculinos y femeninos donde los masculinos tienen poder sobre los femeninos y que finalmente llegaría a la disolución de este gremio para encontrar un solo, único e incuestionable Dios. Joseph Campbell en su libro El vuelo del ganso salvaje[8] estudia estas conexiones; hasta qué punto son migraciones de la cultura y hasta qué punto realmente tendemos a llegar a las mismas conclusiones por que nuestra estructura cerebral es la misma.[9]
En las paredes de la caverna podemos ver como objetos fueron evolucionando hasta llegar a su perfeccionamiento. Hoy en día muchas de las formas tradicionales que tenemos están derivadas de una síntesis histórica, como lo son las agujas, el hacha o las tazas. “...la combinación de ignorancia y de sabiduría del artesano puede producir elementos que un científico encontraría difícil explicar y en los que el ojo artístico puede percibir un alto nivel de organización formal.”[10]
Cuando vemos un objeto cuya sofisticación nos sorprende, debemos recordar que, en muchas ocasiones no ha sido construido sólo por un par de manos y un cerebro, sino por miles de pequeñas aportaciones individuales, la cueva laberíntica en la que nos encontramos no es tan complicada, pero si extensísima, caminarla completa podría tomarnos toda la vida. Hoy en día, muchos sujetos se encuentran perdidos o confortablemente viviendo en ella, algunos de los doctores piensan que sufren una clase de evasión de la realidad pues, a pesar de su brillantez no se han percatado de los cambios tecnológicos y culturales. Pero algo es cierto, la impronta que se queda en estas arcaicas cosas que llegan a través de selección natural hasta nosotros, hace de ellas objetos mágicos, con un valor extra. Este tipo de diseño es el que algunos autores arborícolas como Oscar Olea y Carlos González Lobo[11] (orgullosamente mexicanos) han llamado método empírico mismo que Geoffrey Broadbent ha nombrado como diseño pragmático.[12]
Ha llegado la hora de salir, y la única manera de hacerlo es tal y como lo hicieron Hansel y Gretel, o Teseo en el laberinto del minotauro, regresamos sobre nuestros pasos.
EL SEGUNDO LABERINTO - El hemisferio derecho o la intuición
La cara de un calvo de ojitos pispiretos sostiene en su boca sonriente el aro de entrada a la segunda puerta, sobre ella también había una inscripción: “Hay un conocimiento más profundo y de mayor importancia que el científico. Este conocimiento es el intuitivo.” [13]
Al abrir la puerta nos encontramos con algo totalmente distinto a lo anterior. Justo frente a nuestros ojos tenemos una pared de piedra, hay un pasillo en frente y sólo podemos ir a izquierda o a derecha. Resolvemos ir por la izquierda, para luego doblar a la izquierda y más adelante volver a doblar a la izquierda (recordando que es el procedimiento común para llegar al patio de ciertos laberintos).
Este laberinto es en verdad diferente, es la imagen mágica y fantástica que todos tenemos de un laberinto. Grandes árboles y arbustos se yerguen por algunos lugares, creando paredes y haciendo con su follaje que la observación sea más difícil para los teóricos. Estas regiones de nula visibilidad, donde los pacientes suelen perderse para después aparecer con hermosos objetos ha sido llamadas por los teóricos como “caja negra” (aunque los locos también le llaman la dimensión desconocida, el hoyo negro, el enigma ...) Varias veces han tratado de entrar al laberinto para podar las copas de los árboles – que en ciertas zonas constituyen extensas bóvedas de invisibilidad - pero al entrar al laberinto difícilmente pueden dar con los árboles o simplemente se pierden, por esa razón aún no han logrado dilucidar que es lo que sucede bajo ese espeso follaje.
Este laberinto es uno de los grandes dolores de cabeza de los estudiosos: “...los teóricos han declarado la guerra a este método intuitivo de diseño debido a que no ofrece seguridad y escapa a un riguroso control racional.”[14]
Olea y González Lobo han llamado a este método como método intuitivo. La intuición se define como el conocimiento inmediato de un objeto o verdad. De acuerdo con las escuelas psicológicas humanísticas, existen modos de pensar que no poseen carácter racional pero no por ello deben considerarse inferiores. En estos modos de pensar, la mente abandona su camino habitual de solución de problemas, recurriendo a lo que algunos autores han llamado pensamiento lateral, que no es más que otro nombre para “intuición”.
La intuición está asociada con el hemisferio derecho del cerebro, aquel que se ha dado en denominar como “creativo – sensitivo” en contraposición al “lógico – analítico” que es el izquierdo. Si bien el lado derecho del cerebro no es muy fluido en cuanto al análisis y los procesos verbales, se ha demostrado que puede tomar decisiones igual de acertadas. Al parecer, ambos toman del mundo la información que les es fácil digerir, y cuando tenemos intuiciones, ya ha habido una especie de razonamiento previo a un nivel inconsciente.
Tradicionalmente se ha relacionado la intuición con la mujer e, incluso, se ha argumentado que, el hombre utiliza más el lado izquierdo del cerebro y la mujer el derecho; esto podría tener otras explicaciones además de la fisiológica: normalmente y hasta hace pocos años se había educado a la mujer en un ambiente propicio para la creatividad – sensibilidad y no para el análisis, con lo cual la diferencia sería social y no biológica. Sería muy triste negar a cualquiera de los dos géneros sus capacidades en cada campo.
En el laberinto de la intuición, nos encontramos con grandes estatuas de musas y de ángeles, lápices, pinceles y toda clase de instrumentos de expresión. Aquí se encontraba vagando el alma del emperador bizantino Justiniano, quien aseguró que un ángel bajó del cielo para enseñarle como hacer una cúpula sobre un edificio cuadrado: con pechinas. ¿Cuál fue el resultado de ser tocado por un ángel? La maravillosa catedral de Santa Sofía, en lo que hoy es Estambul. También se encuentran aquí todos aquellos que en sueños encontraron la respuesta a sus problemas o los que fueron alentados por la belleza de su musa, aquellos a los que la inspiración les llegó – quién sabe cómo - y lograron lo que muchos sólo habían podido intentar. Cuando alguno de los investigadores les pregunta sobre sus hallazgos, se encogen de hombros y dicen “no sé”.
En este laberinto están concentrados varios de los sujetos más dementes que, basta con mencionar algunos esquizofrénicos que creen que la luna, las estrellas o los ángeles les han dado sus respuestas para demostrar que se les ha aflojado un tornillo, después de todo, escuchar voces no es un signo de salud mental (mucho menos en este sitio) .
También se concentran aquí los paranoicos del diseño, siempre tratando de esconderse bajo las ramas más espesas de los árboles, para poder elucubrar sus objetos sin ser amenazadoramente observados desde las alturas. “Entre los diseñadores existe la superstición de que el análisis de sus intuiciones tiene un efecto letal; muy pocos han sido los diseñadores que lo tratarán de comprender analíticamente, en primer término, hay que acabar con los fantasmas que acosan a los diseñadores y les hacen creer que de algún modo el análisis es inconciliable con el auténtico problema de diseño.”[15] Estos pobres jamás colaborarán con los trepa árboles, les temen, y, lo que es peor, temen que roben las ideas de su mente, temen que descubran algún secreto – que quizás ni ellos mismos han podido descubrir – y hagan que la locura esté al alcance de todo el mundo.
Hoy en día, parece ser que éste es uno de los métodos más socorridos, probablemente por que es muy fácil de fundamentar (“se me ocurrió”, “tuve una visión del futuro”, “Dios me lo dijo”, “Ahí estaba la respuesta”, “no sé”, “¿porqué no?”, “por que sí”) “El proceso intuitivo se basa en una hipótesis, una conjetura: presupone que...tal o cual puede ser la solución.”[16] Desde el punto de vista de los estudiosos probablemente parecerá muy arriesgado y, sobre todo, difícil de analizar. Pero, finalmente, el que no arriesga no gana y en muchas ocasiones el loco se ve en la necesidad de dar ese “salto al vacío” como lo llama Oriol Bohigas para poder establecer una solución.
Este laberinto, tiene innumerables ventajas y aún nos depara tremendas sorpresas, pero como todo en la vida, no es perfecto y sólo debe tomarse como una parte de un todo que finalmente será la virtud – un punto medio entre dos vacíos. Habrá que entrar en el laberinto y tomar de él lo que nos sirva, pues aún no ha habido un modo racional de explicar y enseñar por completo la intuición y el talento.
Una vez más, hay que regresar, antes de perdernos en la creación desmedida y descontrolada, no hay que olvidar que la locura ronda por estos lugares.
EL TERCER LABERINTO - El hemisferio izquierdo o la razón
La última puerta llevaba inscrita la frase siguiente: “Cogito, ergo sum”[17]
En el picaporte hay un hombre de cabello negro, bigote y mirada dubitativa. Cautiva a quienes quieren entrar con su mirada fuerte y profunda. A estas alturas sabemos que detrás de esta puerta puede haber cualquier cosa, y aquel sujeto hace que cualquiera tema, pero no hay que acobardarnos ahora que es la última puerta.
Al entrar nos encontramos con un espectáculo maravilloso. En efecto, este también es un laberinto, pero esta hecho de ¡vidrio! A primera vista no se sabe por donde dar la vuelta, pero desde el inicio del laberinto se puede ver el final y a todos lo sujetos que se encuentran dentro de él. El método racional es muy complejo pero se presenta a nosotros tal cual es, sin sorpresas. Puede parecer un poco frío pero en él se encierra, o pretende encerrar el orden cósmico.
En este laberinto encontramos otros de los sujetos más desquiciado de este lugar: son los obsesivos compulsivos del diseño, que vienen caminando por todos lados hablando consigo mismos. Llevan una calculadora y una libreta de notas, tratan siempre de dividir los problemas en problemas más pequeños, ocasionalmente hacen algunas encuestas y entrevistas a otros loquillos. “Existe la opinión de que la proyectación, para ser científica debe acudir al auxilio de las investigaciones de mercado y de los estudios de motivaciones.”[18] Uno de los sujetos más interesantes que se encuentran aquí y que representa perfectamente este laberinto es Neils Bohr, el descubridor del electrón, el protón y el neutrón. Este hombre ejemplar no se conformó con saber que el átomo era la parte más pequeña de cualquier objeto, sabía que aún podía haber un problema más pequeño.
Este método también ha recibido el nombre de “deductivo” por parte del dúo Olea- González y parte de la idea de que todo diseño es, la consecuencia de gran cantidad de datos heterogéneos extraídos por el diseñador de muy diversos campos respecto a las funciones que debe cubrir el objeto, datos que provienen del mundo de la economía, la política, la física, la antropología y que se traducen en modalidades semantico-lingüisticas.[19]
Entonces es aquí donde nuestro último protagonista aparece: el hemisferio izquierdo, cuyas cualidades hemos citado antes. En la mayoría de las personas, este hemisferio es el que predomina por encima del hemisferio derecho, aunque uno de sus defectos es que no es visual ni espacial; en sí, toda la información visual y espacial reside en el hemisferio derecho. Tal vez sea por eso que muchos diseñadores miran con desconfianza este tipo de métodos, pues el análisis de factores de diversa índole y la división de problemas se realizan con mucha facilidad mediante la utilización de este hemisferio, no así, la configuración formal o menos aún la estética de un producto.
“¿Los métodos de diseño?...Ah, si, ¿no es eso de hacer mapas y diagramas en lugar de diseñar edificios?”[20] La racionalización del diseño es, al igual que los dos métodos anteriores, buena en cierta medida y demente en cierta otra. A veces, se termina por racionalizar tanto que la abstracción es incomprensible para cualquiera y para el que la realizó resulta imposible volver a concretarla en algo tangible.
En una de esas extrañas partes de laberinto – por que todos los laberintos tienen sus partes extrañas – los estudiosos se han topado con un bosque parecido a los que hay en el laberinto de la intuición. Aquí es donde los trepa árboles se paran de pestañas y se arrancan los cabellos. Después de haber tenido todo en una “caja transparente” donde podían ver como se llevaba a cabo cada parte del proceso, su observación se para en seco al no poder descubrir lo que pasa bajo ese oscuro follaje. La misma histeria que los envuelve al observar el laberinto de la intuición, los envuelve al ver como la razón y su transparencia se pierden bajo los árboles para emerger más adelante con el problema resuelto y con la misma respuesta que los intuitivos: “No sé”. Muchas mentes brillantes aseguran que bajo ese tupido bosque hay infinidad de puertas y pasillos por los que el laberinto de la razón y el de la intuición se unen, haciendo de este punto, no una trágica mezcla, sino un vórtice creativo y nutritivo para cualquiera que pase por él, pues los intuitivos pueden ordenar sus desbocadas ideas y los racionalistas pueden encontrar esas soluciones formales que su lado izquierdo del cerebro no les da.
Varios de los consejeros y estudiosos del diseño han llegado a la conclusión de que por más racional que se sea, no se puede eliminar la intuición de los métodos del diseño. “Este es un serio problema que ningún diseñador debe pasar por alto, pues pone de manifiesto que el método intuitivo no puede ser tirado a la basura para ser sustituido por una flamante metodología, porque, evidentemente estaría renunciando a la parte central de la acción de diseñar, y por lo mismo, de la cultura”[21]
Y entonces llegamos a un punto importantísimo, no sólo en cuanto al diseño, sino en cuanto a la cultura misma: la dualidad. En muchas culturas se ha respetado este concepto y se ha aprendido a vivir conforme a las leyes de ambos polos: natural – artificial, intuición – razón, hombre – mujer, arte - ciencia. En las culturas occidentales se ha tendido a favorecer sólo una parte de estos conjuntos complementarios, volviendo difícil la relación con una de sus partes. En su libro de Naturaleza, hombre y mujer[22], Allan Watts, un antropólogo británico convertido al budismo Zen, nos habla de cómo el hombre occidental ha tratado de subyugar a la naturaleza, a su intuición y a la mujer sin darse cuenta de que al entender la dualidad de los elementos, se logra el concepto máximo e integral. En el caso de hombre – mujer (y cito este ejemplo porque es el más explícito) su unión culmina en la creación de la vida. Hay que lograr esa conjunción pues ahí reside la belleza y la utilidad, la perfección.
En el diseño, esto se traduce en lo que el doctor Enrique Dussel ha llamado verdad teórica y verdad para la acción[23], ambas son verdades pero una es hallada por un método y la otra por otro totalmente distinto. En conjunto hacen una verdad máxima y productora.
La racionalización y el lado izquierdo del cerebro son una bendición, tanto como lo son el lado derecho y la intuición, pero hay que saber no caer por completo en ninguno de los dos, porque nos quedaríamos atrapados en uno de los dos laberintos de por vida.
LA GENTE DE LOS ÁRBOLES - Los teóricos hablan
Ya hemos hablado bastante de los laberintos y las personas que se hallan irremediablemente perdidas en ellos, pero casi no hemos tocado el tema de los estudiosos arborícolas, aquellos que, arriesgándose a romperse una pata, están encima de los árboles observando los procesos del diseño. En ocasiones, estos sujetos ya han transitado por alguno de los laberintos, y al salir, se obsesionan con el “¿cómo le hice?”; entonces se dedican a sacar un patrón de comportamiento, una serie de pasos a seguir para poder lograr lo que ellos; tratan de elaborar mapas del laberinto y escriben libros sobre como hay que cruzarlos. Muchos de los incautos que vienen a observar los laberintos ya han leído sus libros y entran al menos con una idea vaga de lo que van a encontrar adentro.
Como en todo, hay diferentes teóricos y todos tienen diferentes enfoques de lo que pasa en los laberintos, por principio de cuentas, es imposible que alguno logre subir a todos los árboles que rodean los laberintos con lo que el enfoque que tiene cada uno es diferente aunque si se encuentra en árboles próximos, pueden tener varias ideas afines.
La mayoría de estos sujetos viene con una extensa preparación en otras disciplinas cuyo estudio quizás no sea demasiado fácil pero si menos complicado que andarse trepando en los árboles. Muchos tratan de instruir a los candidatos en las disciplinas de la ingeniería, la ergonomía, la teoría de la información, la cibernética o las matemáticas.
En los comienzos de la década de los sesenta según Geoffrey Broadbent[24] todas las disciplinas mencionadas estaban a disposición de los teóricos del diseño. Esto indicaba el surgimiento de una nueva metodología, que culminó en la escuela de diseño de Ulm, la Hoschüle für Gestaltung, encabezada por Maldonado y el periodo del diseño científico.
Fue entonces cuando se trató de desmembrar este proceso hasta entonces inexplorado bajo el pretexto de su parecido con el arte. Todos los investigadores llevaron escaleras, cuerdas y víveres para poder estudiar desde los árboles ese complicado proceso del diseño. Cada uno pudo sacar a relucir sus propias conclusiones y desarrollar sus propias metodologías. Tal es el caso de Gui Bonsiepe quien estudió la macroestructura y la microestructura del proceso proyectual, empezando por la taxonomía de los problemas a resolver. A partir de las conclusiones que se sacan de la buena o mala definición de las situaciones iniciales y finales del problema, tenemos un rumbo a donde encausar nuestra capacidad de solución de problemas: si ordenamos nuestros pensamientos el proceso del diseño es mucho más fácil y fluido. Los estudiosos que se han dedicado a la metodología de la proyectación difieren menos en el orden secuencial del proceso proyectual que en las subdivisiones por etapas y sus denominaciones. Con independencia del grado de refinamiento de las subdivisiones, cabe establecer tres bloques de etapas: estructuración del problema (fase 1), proyectación (fase 2), realización del proyecto (fase 3)
El método de Bonsiepe es bastante sintético y práctico. Empieza con el descubrimiento de una necesidad y su valoración, continúa con las formulaciones generales y particulares del problema y su posterior fraccionamiento. Después, se jerarquizan y se analizan las soluciones existentes. Hasta aquí, se podría hablar de un proceso de análisis, para después llegar al proceso de síntesis, que empezaría con el desarrollo de las alternativas, la verificación y selección de estas y la elaboración de detalles particulares. Luego de esto podemos hablar de un proceso de evaluación en el que el prototipo se prueba y modifica.
Otro gran científico arborícola fue Asimow quien esbozó un proceso general de solución de problemas. Resulta que dentro de sus exploraciones logró descubrir lo que nadie esperaba, un pasadizo dentro del laberinto de la razón. Ese pasadizo llevaba a una escalera de caracol infinita. Cada vuelta implicaba un proceso distinto dentro del método: análisis, síntesis y evaluación. Una vez que quien transitaba por esta escalera había dado las suficientes vueltas y estaba seguro de su diseño, podía salir de la escalera (un poquito mareado) por pasillos conectados con el fin de las vueltas de evaluación, entonces podían seguir un camino recto constituido por la optimización, la revisión y la ejecución.[25] Page supo explicar este fenómeno mucho mejor de lo que yo puedo hacerlo: “(Asimow)...subrayó la falacia implícita en suponer que el proceso de diseño consiste en una única y simple secuencia directa desde el análisis a la síntesis y desde la síntesis a la evaluación ya que, en la mayoría de los casos prácticos de diseño, en el momento en que se produce una cosa y se encuentra otra y se llega a una síntesis, uno se da cuenta de que ha descuidado analizar alguna otra cosa más y hay que volver al principio del ciclo”. [26]
En general, aunque algunos paranoicos de la metodología ven en ella una camisa de fuerza que detendrá sus impulsos creadores, la realidad es que la mayoría de los estudiosos se ha dado cuenta de que “el método es, fundamentalmente, una manera de resolver el conflicto que se da entre análisis lógico y pensamiento creador.” [27] En palabras de Maldonado, “la función del método consiste en regular la fantasía, en dirigirla dentro de unos carriles determinados, para obtener así un mejor resultado.”[28] Así es que, en muchos casos, el método funciona como un mecanismo regulador con el cual nuestro paciente puede encausar sus ideas para llevarlas a un fin práctico y comprobable
LA REUNIÓN - O la dualidad del diseño
Notas:
[1] NIETZSCHE, Friederich. El Origen de la tragedia. Alianza Editorial, Madrid. 1999
[2] ALEXANDER, Christopher. Ensayo sobre la síntesis de la forma. Ediciones Infinito, Buenos Aires, 1973. P. 60
[3] Si se quiere saber más sobre este extenso estudio, que aquí no transcribiré por razones de espacio, véase ELLIOT, CROSS y ROY en Diseño, tecnología y participación. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1980. P 101
[5] ALEXANDER, Christopher, op. cit. P. 62
[6] JONES, Christopher, op. cit.
[7] STRAUSS, Levi, en BROADBENT, Geoffrey, Diseño Arquitectónico. Arquitectura y ciencias humanas, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1976.
[8] CAMPBELL, Joseph. El vuelo del ganso salvaje. Ed Kairós. Barcelona, 1997
[9] Aunque cabría decir que la estructura cerebral entre razas no es “exactamente” la misma, con esto no quiero decir que alguna raza sea inferior – por supuesto que no – sino por ejemplo que los occidentales tenemos un predominio de la utilización del hemisferio izquierdo y los orientales un predominio del hemisferio derecho, incluso se ha planteado que existe esta diferencia entre hombres y mujeres, pero más adelante trataremos este mismo tema más profundamente.
[10] JONES, Christopher, Op. Cit.
[11] OLEA, Oscar y González, Carlos. Metodología para el diseño. Ed. Trillas, México, 1988. p. 17-18
[12] BROADBENT, Geoffrey. Diseño Arquitectónico. Arquitectura y ciencias humanas, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1976. p. 50
[14] OLEA, Oscar y González, Carlos. op. cit., 19
[15] ALEXANDER, Christopher, op. cit., p. 15
[16] OLEA, Oscar y González, Carlos, op. cit, 14. p. 20
[17] “Pienso, luego existo” Rene Descartes, Meditaciones Metafísicas”
[18] MALDONADO, Tomás, Vanguardia y racionalidad, Artículos, ensayos y otros escritos, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1977.
[20] LYONS, Eric, citado por Broadbent Geoffrey. Diseño Arquitectónico, p. 254.
[22] WATTS, Allan. Naturaleza, Hombre y mujer, p. 105 - 173
[23] GUTIÉRREZ, M.L., de Antuñano, J. S., DUSSEL, E. Et al. Contra un diseño dependiente: un modelo para la autodeterminación nacional, p. 37 - 38
[24] BROADBENT, Geoffrey, Op. Cit., p, 245
[25] Ibid., p, 247
[26] Ibíd. p, 249
[27] Ibíd..,
[28] Maldonado, Tomás, op. cit. p. 172
[29] La receta del “Arroz Verde” de Bruno Munari ha servido de referencia obligada sobre lo que no debe ser el método en el diseño: una receta. “Cualquier libro de cocina es un libro de metodología proyectual.” MUNARI, Bruno, ¿Cómo nacen los objetos? Apuntes sobre una metodología proyectual, Ed. Gustavo Gili, 1983, p. 15.
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